En ocasiones son criticados por algunos padres, sin embargo, las familias desconocen qué significa ser docente en un centro educativo. En esta entrada quiero destacar 13 razones para tener respeto y apreciar esta profesión tan bonita y difícil, y especialmente valorar ese trabajo tan brillante de los docentes más implicados.
1. Recorren a diario muchos kilómetros hasta su centro de trabajo
Muchos docentes no trabajan en su localidad de residencia, la demanda es mucho mayor que la oferta de plazas y por eso, en la gran mayoría de los casos, los profesores tienen que desplazarse a diario decenas de kilómetros para acudir al centro educativo, alejándose de sus familias, parejas, entorno habitual, y en ocasiones teniendo que cambiar el lugar de residencia cada año, dependiendo de los traslados que le otorguen.
2. Algunos docentes se convertirán en un modelo a seguir para tu hijo
Todos recordamos de la infancia a un docente que nos enseñó no sólo contenidos de las diferentes materias, sino valores para la vida. En mi caso recuerdo a Dª. Orlita, una docente que tuve con 8, 9 y 10 años, a la que siempre recordaré con gran respeto y admiración.
3. Ellos tienen la receta mágica para que todos los niños sean felices y disfruten de la vida
Los buenos profesores son siempre neutros e intentan encender el ánimo del niño más apagado y triste, y bajar el nivel de activación de los niños más activos. Además, en la medida de lo posible, educarán a los niños, los prepararán para el compañerismo, la cooperación, el respeto, el sacrificio y el esfuerzo, el compromiso, la paz… Esto ayudará a que tengas una mejor convivencia con tu hijo en casa. Recuerda que los docentes son los profesionales que tienen una alta carga de materias vinculadas a la pedagogía y didáctica, a la educación en general, y por tanto son las personas más adecuadas para educar y especialmente asesorar a las familias a través de las tutorías.
4. Su ejercicio implica un esfuerzo en diferentes ámbitos
Ejercer de docente requiere a diario de un gran esfuerzo de las cuerdas vocales, una gran dosis de paciencia, dominar diferentes ámbitos de conocimiento, saber explicar y que te entiendan los alumnos y especialmente disponer de una mente despejada.
5. Al llegar a casa siguen trabajando
En muchos trabajos, uno acaba su jornada laboral y va a casa a descansar. Sin embargo, las obligaciones durante la jornada laboral imposibilitan a muchos docentes acabar la planificación de sus clases, esto provoca que en la mayoría de los casos, y especialmente en aquellos docentes que se involucran más en su centro, llevan mucho trabajo para casa, desde la preparación de manualidades para el aula de infantil, hasta la preparación de exámenes o la corrección de éstos.
6. Tienen una alta dosis de paciencia
Seguramente, si tienes hijos, has utilizado en alguna ocasión la estrategia de darles la videoconsola para que jueguen toda la tarde y te dejen descansar. Imagínate ahora, tener a 25-30 niños en el aula todos los días durante 5 horas al día, y sin poder darle la videoconsola, intentando que te escuchen, aprendan los contenidos de la materia, etc. Los centros educativos debieran tener un máximo de 15 alumnos por aula, para favorecer la individualización de la enseñanza.
7. A veces ponen de su dinero para que un niño pueda vivir una experiencia
Conocí a varios profesores que pusieron de su dinero para que un niño de una familia sin recursos pudiese ir a las excursiones que planificaba el colegio. Fueron incapaces de mirar hacia otro lado cuando los padres de ese niño no tenían recursos para pagar 5-10 euros para la excursión.
8. En ocasiones sufren acoso y violencia por parte de los alumnos
En niveles educativos vinculados a la adolescencia, donde los alumnos son auténticos sacos de hormonas, los docentes tienen la labor extra de convivir con esa etapa a la vez de trabajar los contenidos del curriculum. Imagínate recibir amenazas en tu centro de trabajo a diario, insultos, burlas… La mente de adolescentes que no han tenido una buena educación familiar, provoca que sean los docentes quienes intenten reeducarles y convivir con la mala educación que han recibido en casa.
9. Han sufrido un largo proceso de selección
Para ser profesor, es necesario realizar primeramente una titulación universitaria y posteriormente enfrentarte a una oposición donde hay muy pocas plazas y muchos aspirantes. En ocasiones, hay titulados universitarios que pasan años y años estudiando para la oposición sin conseguir plaza fija.
10. Los buenos maestros están en continuo reciclaje
Los docentes reciclan año tras año sus conocimientos, asistiendo a congresos, cursos de formación, etc. Todo ello con el objetivo de mejorar su praxis docente.
11. Por ellos pasa toda una sociedad
Su responsabilidad es mayor al pasar todas las personas por sus manos, al contrario de lo que ocurre en otras profesiones. Los maestros pueden cambiar la educación de una sociedad, luchando por la paz, despertando la curiosidad en los alumnos, etc.
12. Muchos centros educativos no gozan de los recursos necesarios para una buena enseñanza
Lamentablemente muchas escuelas no tienen todos los recursos que debieran tener para asegurar una buena labor docente. Desde falta de calefacción en los despachos y aulas, a material en mal estado, falta de medios tecnológicos, material didáctico, pabellones polideportivos, laboratorios, salas de ordenadores, etc. Esto provoca que en ocasiones, los docentes tengan que adaptarse a las circunstancias de cada centro, sin poder desarrollar sus clases como les gustaría.
13. Siempre llevan una sonrisa al aula
Todas las personas tienen siempre días buenos y malos, sin embargo los docentes, debido a su profesión, deben ocultar esos días malos y entrar y salir del aula con una sonrisa, para no preocupar a sus alumnos. Esto ocurre especialmente en educación infantil, donde los niños se preocupan mucho por el estado de ánimo de otras personas, y donde el docente siempre transmite una gran dosis de felicidad, optimismo, ilusión y alegría a los más pequeños del colegio.
La próxima vez que veas al profesor de tu hijo piensa en su gran labor
Cuando tu hijo llegue a casa con una sonrisa, comentándote ilusionado lo que aprendió en la escuela, compartiendo las emociones que tuvo durante la clase de Educación Física, enseñándote cómo se resuelve un problema que dio en matemáticas, o simplemente diciéndote que hoy el profe le dijo que lo había hecho muy bien, piensa en cómo recompensar esa gran labor docente que desempeñan algunos maestros.Esa labor a través de la cual inyecta una dosis extra de motivación, autoestima, autoconfianza y otras variables psicológicas tan necesarias en el alumnado. Quizá puedas ponerle una nota dándole las gracias por su labor, hacer unas galletas de mantequilla con tu hijo para su profe, o que tu hijo haga una manualidad para él… Cualquier detalle le sacará una sonrisa al profesor 😉
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