Los profesores de universidad debemos hacer del aula un salón de piso de estudiante

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Con esta entrada pretendo ofrecer una mirada diferente para el docente de universidad, despojarse de su seriedad y formalismo y sentarse en la silla del alumno para ver el aula desde su óptica, entender sus intereses y adaptar su metodología a los nuevos tiempos, sin perder la rigurosidad y la calidad de la enseñanza.

A muchos les parecerá extraño pero a otros nos parece un reto, un objetivo que tenemos que tener presente en nuestro día a día. Los tiempos han cambiado y la metodología y ambiente del aula debe cambiar buscando un equilibrio entre lo que buscamos los docentes y lo que demanda el alumno.

Cuando era adolescente siempre soñé con ir a la universidad, tuve la suerte de tener unos padres que apostaron por cumplir mi sueño, y así fue cuando con 19 años abandoné mi lugar de residencia familiar para vivir la aventura de compartir piso con otros estudiantes a 60 kilómetros de mi casa.

Los primeros días en la universidad produjeron en mi interior mucha felicidad, sabía que estaba formando parte de un centro y una institución que iba a hacer de mí algo útil para la sociedad. Pasaron los días, semanas y meses, y mi opinión sobre la universidad se fue distorsionando, en aquel momento no sabría decir si para bien o para mal, sólo que era distinta. Hoy, después de bastantes años de docencia creo que fue para bien, porque me enseñó lo que no hacer con mis alumnos actuales. 

No hay mejor aprendizaje que aquel que se adquiere desde la felicidad, la motivación y la participación

A pesar de este bagaje que me ha dado mi experiencia docente, todavía, cada año los alumnos me enseñan cosas, me enseñan sus intereses, sus motivaciones, su felicidad… El trato cercano y afable que siempre intento ofrecer a mis mejores clientes, provoca que muchas veces comparta cafés y horas de conversación en el despacho y por los pasillos, descubriendo mejor al alumno universitario de la sociedad actual. 

El alumno de hoy en día, es un alumno que afronta un periodo social difícil, unos pocos disfrutan de un caldo de cultivo óptimo, y tienen garantizado un futuro, pero otros muchos se enfrentan a problemas diarios de diversa índole, buscando una válvula de escape llamada felicidad, tanto a largo plazo como a corto plazo. Y es aquí donde encontramos un ingrediente básico de la buena cocina del docente, la felicidad del alumno. Conseguirla es difícil pero se puede alcanzar cuando se ponen medios para ello. 

Cuando somos felices hacemos las cosas con más ganas, más entusiasmo, más compromiso, más motivación…

Mi mayor y reservado reconocimiento siempre se lo otorga a aquellas personas que son capaces de ser felices pese a no tener trabajo, a tener problemas de salud o a no tener familiares cercanos vivos. Por eso, trabajarla, buscarla y fomentarla es de vital importancia, porque estas situaciones se pueden dar en cualquier alumno, y no olvidemos que estamos educando en valores y para la vida, más allá de los contenidos de cada materia que impartamos los docentes.

Beatles, Fangoria, Andrés Calamaro deben formar parte de la programación didáctica

Intento llegar siempre al aula 5 minutos antes, el motivo es poner música alegre y motivante de fondo de tal manera que cuando los alumnos se vayan incorporando se encuentren un espacio que favorezca la distensión y la facilidad de palabra, como si de un salón de un piso de estudiante se tratase. Sólo así, sé que descubriré al alumnado más fiel y sincero, que me pueda proporcionar feedbacks del proceso de enseñanza-aprendizaje al que está sometido durante el tiempo que dure mi materia.

La empatía es muy importante, seguramente si a muchos docentes nos dijesen que tenemos que estar 5 horas sentados todos los días escuchando lecciones magistrales, al segundo día nos ausentaríamos. Nosotros somos los primeros que tenemos que reconocer lo duro que resulta estar al otro lado del pupitre. Hacer clases no participativas y aburridas hace que el alumno desconecte y esté en cuerpo presente pero no en alma. Recuerdo las burbujas blancas de comic que sobrevolaban mi cabeza cuando afrontaba la clase con un profesor aburrido, en cada burbuja aparecía un una imagen, mi novia, mis padres, mi mascota…, hasta que el ruido de arrastrar las sillas y mesas me hacía volver a la realidad a la que estaba sometido.

Los peores horarios de docencia son quizá las clases a primera hora 09:00 de la mañana y a primera hora de la tarde 16:00 horas. Pensemos en un alumno que puede venir fatigado todavía del día anterior, o con un estómago lleno de hidratos o grasas, que van a intentar producirle somnolencia. Nuestro esfuerzo en crear un clima de aprendizaje a través del cual el alumno se motive es todavía mayor en esos horarios, siempre y cuando nuestro objetivo es que el alumno adquiere aprendizaje, si realmente sólo nos interesa dar nuestra docencia, cubrir la hora que teníamos planificada y no tanto lo que el alumno pueda aprovechar de ella, entonces estamos en otro nivel de docencia universitaria.

Los alumnos motivados aprenden mejor, los alumnos que participan y debaten crean buenos cimientos de conocimiento

Comentaba antes la importancia de la motivación, y especialmente de la motivación en el aula. Cada año descubro nuevas formas para aplicar en el aula, con un único objetivo, motivar, motivar y motivar. Desde chistes malos, anécdotas o pequeñas bromas a los alumnos, hasta pequeños concursos del mundo televisivo adaptados al aula, similar a ¿Quieres ser millonario?. No son los ingredientes básicos de la materia, pero si unos aminoácidos esenciales que deben ingerir los alumnos. Esto provoca que me encuentre con alumnos que suspenden la materia y vienen al despacho a comentarme que suspendieron pero que quedaron muy contentos con la materia y con todo lo aprendido, es como si fuese un suspenso guay. Es similar a afirmar que tu pareja te deja pero que quedas feliz. Entonces me doy cuenta que he hecho algo grande, que seguramente no me lo reconozca la universidad como mérito docente, pero te paras a pensar y piensas, el mundo está al revés.

Mi objetivo no es que suspendan ni obtengan matrícula, mi fin es que tengan curiosidad por los contenidos impartidos en la materia, que sepan discriminar la información que manejen en un futuro para saber cuál es una fuente fiable y cual no, que sepan ser críticos con todo lo que les digan, y por supuesto que los contenidos impartidos tengan aplicabilidad para su futuro profesional. 

 

En definitiva, tenemos que renovar el aula universitaria, tenemos que pensar más en el alumnado y en la utilidad de la universidad para su futuro. 


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