El sistema educativo volverá a favorecer las etiquetas de toda la población infanto-juvenil. Un sistema que sigue primando la memorización y la evaluación y calificación de esta.
Quien configuró el sistema educativo, nunca ejerció de docente
Un sistema criticado por muchos compañeros docentes. Su objetivo es obligar a los profes a dar un extenso temario de las materias que componen el currículum. Un temario tan vasto que cualquier persona lo aborrecería y especialmente si se avanza como una apisonadora, sin respetar los ritmos individuales de aprendizaje de cada uno de los 25 o 30 niños del aula.
Pero a mayores, los superprofesores deben afrontar numerosos trámites «burrocráticos», entender los nuevos términos que han aflorado en los últimos años con las continuas reformas educativas: rúbrica, criterios, competencias, estándares, instrumentos…que sumados a los nuevos términos de los profes innovadores como flipped classroom, gamificación, thinking, ABP, ABN, etc. provoca que ignoremos el mayor tesoro que tenemos los docentes, nuestro alumnado.
Un maldito número que puede determinar el futuro de un niño
De nada sirve que Howard Gardner y su equipo de investigadores señalen en múltiples publicaciones que el ser humano tiene 8 inteligencias o aptitudes que debemos explotar y desarrollar en cada alumno. La escuela no quiere mirar hacia la teoría de las inteligencias múltiples, y detrás de su escudo arcaico casi de la época del paleozoico esconde sus vergüenzas. Una obsesión por evaluar y calificar la memoria de cada niño. Cuanta más capacidad de retener datos tiene un niño más listo será.
La familia, puede ser una favorecedora de etiquetas
Pero si a este pésimo enfoque educativo, le sumamos una familia arrastrada y conquistada por la escuela actual, la etiqueta en el propio niño será mayor, pasará a ser una vistosa etiqueta de esas voluminosas en época de rebajas. Sí, si el niño saca buenas notas, las luciremos en redes sociales, enseñaremos al mundo lo bueno que es nuestro hijo memorizando datos. Pero si nuestro hijo saca malas notas, entonces le diremos que no sirve para nada, que estudie, sin saber ni haber aprendido a estudiar, y que piense con 10 años en cómo va a conseguir un trabajo con esas notas.
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Las etiquetas negativas pueden ser muy duras, causan mucho dolor y pueden bajar la autoestima del más motivado
Poco a poco el crecimiento de un niño mediocre va paralelo a la escucha de frases como «es que no vales para estudiar» «eres un fracasado» «no eres muy listo»…
Y cuando uno escucha eso casi a diario, o por lo menos en época de exámenes, al final se lo cree, y asume ese rol.
Sin embargo, nadie evaluó ninguna de las 8 o 9 inteligencias múltiples, al sistema no le interesa crear niños creativos, niños críticos, quiere niños que sepan muchísimas cosas durante 3 días y luego las olviden.
El sistema no despierta la curiosidad ni hace que los niños se enamoren de los contenidos. No evalúa la inteligencia intrapersonal, ni la interpersonal. No quiere trabajar por igual la inteligencia existencial, la kinésico coporal, la visoespacial o la musical. Para él la más importante es la lógico-matemática, seguida de la lingüística y la naturalista.
Pero lo cierto es que los seres humanos somos más emociones que otra cosa. Somos un cuerpo que debemos potenciar y desarrollar, relacionarlo, quererlo, construirlo…Somos una mente que busca experiencias, práctica, autonomía, libertad, curiosidad, enamorarse…No somos discos duros, no somos herméticos, ni tampoco animales para adiestrar… Somos niños que quieren amar la escuela, que quieren disfrutar de lo que aprenden lentamente y con sosiego. Porque solo así no odiaremos las materias y los contenidos que en ellas se esconden.
Cuando recibas las notas de tu hijo, piensa si ha trabajado y se ha esforzado durante todo el año, si es así, no mires para los números que aparecen allí, no le des importancia, dale un abrazo y anímalo a seguir esforzándose y trabajando.
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