Un padre, una hija y la bohemia

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Hoy os contaré la escena que tuve la oportunidad de presenciar, y observar, hace unas semana en una céntrica cafetería de A Coruña. Yo, sólo buscaba un rincón donde tomar un café y un pequeño pincho de tortilla, lejos del bullicio callejero típico del centro histórico, pero encontré un lugar donde un padre aprovechaba su café para dar toda una lección de educación a su hija de 10 años. 

Nota: Antes de seguir leyendo el artículo, haz click en el vídeo para entender mejor lo que te quiero contar, la música de fondo te ayudará a penetrar más en el tema del artículo.

Las cafeterías, un olvidado centro educativo informal

Muchas veces percibimos que las cafeterías son centros de entretenimiento, distracción y ocio. En ellas, podemos encontrar a personas solitarias que buscan una válvula de escape a su trabajo diario, otros las utilizan como centros de reflexión interna, hay viejos amigos que las disfrutan para ponerse al día, también hay quienes buscan su primera cita siendo un lugar para almacenar en la zona más sentimental del corazón y en el cajón de la memoria a largo plazo del cerebro.

Pero… hay otro tipo de usuarios, las familias. Familias con hijos, cuyos progenitores ceden libertad de horario para viciarse a las pantallas, mientras los adultos conversan de temas de actualidad.  

El caso que hoy os cuento, no está dentro de los cánones de usuarios de cafeterías, es algo atípico, un padre que busca explicar a su hija qué es la bohemia, aprovechando ese momento íntimo que ofrece un rincón de una bar al hilo de una canción que suena en ese instante.

Cada momento es una oportunidad para enseñar, aprovéchalos!

Pensad en lo complejo que es definir la bohemia, y pensad ahora en lo difícil que puede ser explicárselo a una niña de 10 años.

Recuerdo que era un sábado, una mañana de un sábado. Me adentré en una cafetería, para mi gusto muy acogedora, de esas que las ves y estás seguro que te sentirás cómodo dentro de ella.

Busqué el rincón más oculto y alejado de la entrada, soy de los que utilizan la visión periférica para ubicarme en el espacio y observar el sitio donde podré estar más a gusto. Pedí un café y un pincho de tortilla y mientras esperaba, sentado en una pequeña silla rústica de madera, escuché una voz grave de un padre que hablaba pausada y relajadamente con su hija, en una mesa ubicada a mi derecha. 

En ese momento, empezó a sonar Navajita Plateá y su clásico tema Noches de Bohemia. Fue entonces cuando el padre le preguntó a su hija –¿Sabes  qué es la bohemia?, a lo que la hija respondió – No. Entonces le explicó dónde había nacido este término, le habló de los franceses, de la cultura de ser bohemio, habló de los artistas e intelectuales de la época…. En cuestión de pocos minutos, le explicó tan detalladamente numerosas ideas que giran alrededor de la bohemia, que pensé por un momento, ojalá todas las personas tuviesen esa capacidad de síntesis de información, de explicar algo tan complejo de una forma tan sencilla. 

Los padres, si quieren, pueden aportar mucho conocimiento a sus hijos

La clase magistral de este padre no acabó ahí, posteriormente enlazó la conversación abordando lo que es la vergüenza. Para ello, hizo una demostración práctica, se puso a cantar en alto unos versos de Noches de bohemia acompañando de fondo la nostálgica voz de Navajita Plateá que sonaba en todo el local.

Entonces su hija le miró tímidamente y expresando con sus gestos faciales cierto sentimiento de vergüenza. Fue aquí, cuando el padre le explicó profundamente que la vergüenza sólo le provocaría un obstáculo para crecer en su vida.

Le invitó a perderla, a no actuar en base al que dirán, a manifestar sus sentimientos como y cuando quiera… 

No pude evitar alzar mi mirada, y tuve muchas ganas de incorporarme a ese momento para disfrutarlo más de cerca. Sentí como algo extraño estaba sucediendo en ese rincón, que había sido, seguramente hasta ese instante, uno más de los desaprovechados rincones de cafeterías. 

No olvidéis nunca, que son estos pequeños momentos de aprendizaje los que recordarán vuestros hijos, por cuales os otorgarán la mejor calificación a la que podéis aspirar, una superior al clásico y predecible premio otorgado el 19 de marzo. Las horas que le permitáis jugar a los videojuegos, las horas en las que no le prestáis atención, o los intentéis dejar con los abuelos, cuidadores, etc. serán las que os reclamen en un futuro, pero entonces… ya será tarde, el tiempo no entiende de retroceso, no habrá vuelta atrás.

Pensad, si podéis estar más tiempo del que estáis actualmente, y si podéis… ¿por qué no aprovecharlo?


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