Tardé más de 30 años en descubrir el verdadero otoño. Decía Francisco Mora que a los niños hay que sacarlos al campo, airearlos… y yo añadiría que hay que enseñarles las estaciones del año vivenciándolas, solo así disfrutarán de cada una de ellas.
Cuando abandoné la ciudad para vivir en un pueblo jamás pensé que descubriría todos los secretos que guardan las estaciones del año. El otoño para mí siempre había sido la vuelta al cole, las últimas rebajas y el inicio de las colecciones y promesas de realizar cosas después del descanso veraniego.
Sin embargo, el pueblo poco a poco me fue mostrando todos sus bienes ocultos para quienes pasan por la autovía y desde allí divisan diversas agrupaciones de casas separadas por un manto verde, boscoso o de tierra seca. Aquellas personas que se animan a pasar un día en la naturaleza observan en ella algo mágico, una especie de muestrario de lo que uno se puede encontrar si vive allí. Pero es necesario que ese día no hagas mucho ruido y te mimetices con el medio natural, disfrutando de sus silencios y escuchando sus sonidos, olfateando cada área y sintiendo los rayos de sol o las diminutos gotas de agua.
Los niños de ciudad conocen un otoño diferente
Cuando un niño vive entre bloques de hormigón y ladrillo cogiendo el coche en el garaje de su edificio y metiéndose en el aula día tras día apenas tiene tiempo para mirar al cielo y a su alrededor y contemplar la belleza del otoño.
Su otoño es el que recogen sus ojos cuando en su libro de texto aparecen imágenes de hojas secas y esqueletos de árboles, su otoño es el deseo de comprar artículos de Halloween o ver los carteles de rebajas de otoño en los escaparates de las tiendas. Con un poco de suerte sus padres le compran un cuento sobre el otoño para conocerlo un poco más. Dicen que en internet está todo y que así se lo podemos mostrar a los niños, sin embargo cuando quieres viajar al otoño a través de Google Earth no lo encuentras por ninguna parte.
Los niños de pueblo conocen el verdadero otoño
La gente de pueblo sabe muy bien cómo es el otoño. Días más cortos que hacen apresurar las tareas del campo, mañanas un poco más frías, acopio de leña, recolección de determinadas hortalizas y siembra de otras, bellos atardeceres metiéndose el sol entre las montañas, hojas cayendo constantemente con la suerte de que alguna cae sobre tu cuerpo, olor a tierra húmeda y hojas que poco a poco se van convirtiendo en compost, brisa con un mensaje diferente al del verano e insectos y aves que tienen una mayor actividad.
Y cuando proyectas tu mirada hacia el horizonte observas el predominio de tres tonalidades: amarilla, verde y rojiza.
El otoño no se estudia, se vive
Es Inútil estudiar las características del otoño, sus fechas y sus rasgos principales cuando uno puede disfrutarlo y experimentarlo. ¿Os imagináis que todos los niños pudiesen estar una semana en el campo? Dejándolos libremente correr por las praderas, recogiendo hojas de los árboles y viendo como unas crujen más que otras, agrupándolas por colores o tonalidades, por sus formas más redondas o en forma de lanza, por su tamaño, pisoteando los últimos erizos del castaño, o escuchando a los pájaros desde primera hora de la mañana.
La naturaleza es una de las grandes aulas gratuitas que tienen los maestros y los niños, su aprovechamiento solo es posible con esfuerzo e ilusión. Los adultos seremos quienes pongamos el esfuerzo en llevar a los niños a la naturaleza y los niños pondrán la ilusión.
Aún así, parece que os estoy hablando como un experto Graduado en Otoño con mi poca experiencia de 3 años en el pueblo, sin embargo, tengo la sensación que ni yo mismo conozco al verdadero otoño, y que hay tantos otoños como pueblos en España y en el mundo. Quizá haya sido muy atrevido hablaros del verdadero otoño.
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