Mientras los docentes tenemos el poder sobre la evaluación del alumnado no nos detenemos a pensar en qué momento le damos la oportunidad a nuestros alumnos de evaluar nuestra praxis. Te invito a reflexionar sobre este hecho.
Hay algunos post que cuando los escribo me hacen retroceder a mi época de estudiante universitario, recuerdo perfectamente la voz de muchos docentes que nos decían que la evaluación era muy importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Que era uno de los pilares más relevantes de la docencia, sin embargo, creo recordar que ningún profesor nos permitió evaluar su calidad docente, ellos siempre nos evaluaban y calificaban nuestros trabajos, nuestros exámenes, nuestra asistencia…Pero a nosotros, no se nos permitía ese derecho a evaluar los servicios recibidos como clientes de una empresa, en este caso de la universidad.
Hay cosas sobre ti que el alumnado nunca te dirá en clase
La docencia no es fácil y ser un buen docente es todavía más complejo. Pero todos debemos aspirar a serlo o por lo menos intentarlo. Dentro de este camino hay un aspecto clave que nos puede ayudar a mejorar en nuestro día a día, me refiero a la evaluación de nuestra praxis por parte de quienes más la sufren o disfrutan, el alumnado.
A pesar de invitar siempre a mis alumnos a que me comenten en el día a día cómo perciben mis clases, si se sienten cómodos, si las disfrutan, si se convierten en aburridas, monótonas, etc. Siempre se lo callan y generalmente no suelen comentar mucho su percepción sobre las mismas.
Un cuestionario anónimo, puede se la mejor opción
Desde hace años ofrezco a mi alumnado la posibilidad de ayudarme a crecer profesionalmente, invitándoles a cubrir un cuestionario que confeccioné en google docs y que es válido para todas las materias que imparto en la universidad.
En él les pregunto acerca de múltiples variables, desde aspectos que más le gustaron de mi docencia, a aspectos que menos disfrutaron. Algunos de los items que incluyo son:
– Satisfacción de las expectativas sobre la materia.
– Satisfacción sobre los contenidos abordados.
– Nivel de aprendizaje adquirido en la materia.
– Distribución de los porcentajes de la evaluación.
– Material didáctico entregado.
– Actividades didácticas en moodle.
– Metodología utilizada.
– Clima motivacional en clase.
– Herramientas innovadoras.
– Puntualidad del docente.
– Calidad de la atención y dudas al alumno.
– Sentido del humor y complicidad con el alumno.
– Transmisión de valores para la vida.
– Comentarios, sugerencias, dudas, etc
Cuando vas a leer las respuestas el corazón palpita más rápido
No es fácil abrirse a las críticas y especialmente animar a la masa a que envíe su opinión. Yo lo considero una prueba de profesores valientes y preocupados por su docencia, pero es un paso que tenemos que hacer, porque solo así sabremos si realmente estamos ejerciendo bien nuestro trabajo.
Al final de la materia llega el momento de sincerarse, y es la oportunidad para que las decenas de alumnos que han acudido puntualmente a sus clases, clases por las que han pagado y que por tanto deben ser de calidad, puedan ejercer su derecho a mostrar su grado de conformidad o no, con el servicio recibido. Para un profesor, es una prueba de fuego, es como si un actor al acabar la función teatral coge el micro y pregunta abiertamente a los espectadores, ¿qué os ha parecido mi interpretación?, no me lo digáis a la cara, dejadme un papel con vuestros comentarios.
Decir que no me suben las pulsaciones mientras carga google docs sería mentiros, por supuesto que es un momento de tensión, muy similar a cuando afrontas el primer día de clase de un nuevo curso.
Hay comentarios que me hacen reflexionar mucho
Todas las opiniones son valiosas, todos los comentarios, los buenos y los malos me harán crecer. Seguramente por los comentarios positivos pase más rápido, pero en los que me detengo son en los comentarios negativos o que muestran cierta insatisfacción de algún alumno en alguno de los campos evaluados. Ahí es cuando retrocedo en el tiempo, intento viajar al momento de clase donde pude haber fallado y pienso sobre ello, si realmente fue un caso especial y único, o si fue algo que suelo hacer siempre, algo acomodado a mi rutina docente. Lo cierto, es que cada formulario respondido me ayuda a crecer más y más, poco a poco voy creando mi propio molde de docencia ideal, de calidad docente exigida por cada promoción de alumnos.
Hay comentarios volcados en el apartado «Señala los aspectos que menos te gustaron del docente» que me sacan una sonrisa y que me encantan, algunos son estos dos que pude rescatar de mi última materia:
«Un poco exigente» «A veces un poco duro en la corrección de algunos de los trabajos del alumno».
Visto así parecería un profesor muy duro, y creo que tengo fama de eso, pero analizado con otros comentarios positivos como: «Las clases fueron todas distintas, atractivas y con un clima cómodo» o «Simpatía, respecto hacia sus alumnos/as y una actitud motivante sobre la materia«. percibo que al final ejerzo un tipo de docencia donde no todo vale ni regalo calificaciones, es una mezcla de benevolencia y exigencia.
Y ahora pensad en vuestro alumnado, ¿Le habéis dado la oportunidad en algún momento de evaluaros?
Cuántos niños de Educación Primaria, adolescentes de Educación Secundaria y Bachiller, alumnado de F.P. y universidad evalúan a sus profesores. Y en caso afirmativo, ¿cuántos profesores reflexionan sobre los resultados de esa evaluación?. Es curioso cómo nos gusta evaluar a los demás y no nos gusta que nos evalúen a nosotros, entre otros motivos porque la escuela no nos enseña a saber recibir críticas y las familias tampoco suelen educar para realizar críticas constructivas.
También es cierto, que un cuestionario anónimo requiere de cierta madurez y educación para poder cubrirlo sin llegar a convertirse en una válvula de escape de la represión acumulada, rabia, ira o envidia de un ser.
En cualquier caso, siempre que ningún anónimo falte al respeto al docente, todo lo escrito en los formularios de evaluación deben considerarse como un bien para el docente.
Lo fácil en la docencia es dar una clase obviando e ignorando la opinión del alumnado,
lo más complejo es ejercer como docentes teniendo en cuenta las necesidades del alumnado.
A las horas de planificación de las clases, debemos sumar horas de reflexión sobre nuestra praxis.
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