Cada día se realizan en el mundo millones de fotografías, vemos miles de tomas de nuestros amigos en redes sociales, tenemos cientos de instantáneas acumuladas en nuestros teléfonos móviles y tablets pero… cuando nos dicen qué fotografía evoca nuestro mejor recuerdo, nos paramos a pensar si realmente tenemos una con gran valor.
Joseph Nicéphore es el autor de la primera fotografía. La sacó en 1826 desde su despacho con una cámara oscura y necesitó un total de 8 horas de exposición.
Seguramente desconocía este gran artista que casi 200 años después las personas tomarían fotos en cuestión de milésimas de segundo, y que los teléfonos móviles serían los grandes protagonistas de la fotografía dejando en segundo lugar a las auténticas cámaras fotográficas.
Os contaré una anécdota sobre el mayor daño que he visto al arte de fotografiar
Año 2015 caminaba tranquilamente con mi Canon en mis manos por las bellas calles y canales de Venecia. Un pequeño paraíso muy fotogénico que prácticamente está invadido por la multitud los 365 días del año.
Al doblar una calle me crucé con una turista joven morena de pelo largo y nacionalidad chinesa, llevaba una cámara digital en sus manos y según iba caminando con actitud corporal de cansancio y aburrimiento, su mano se dirigía a un lado y a otro de la calle disparando sin pensar, ni enfocar ni disfrutar del proceso. Es como si alguien le obligase a cada paso sacar una instantánea, su dejadez en este bello arte me llamó mucho la atención, no buscaba un ángulo, ni un momento…buscaba solamente seguir a la masa y disparar sin pensar a todo lo que estuviese puesto en las calles de Venecia.
Las auténticas joyas fotográficas están guardadas bajo el plástico de muchos álbumes,
marcadas con el logo de kodak en su reverso
o deterioradas en alguna de sus cuatro puntas
Quienes no nacieron con la tecnología seguro que guardan todavía álbumes de diferentes formatos con decenas de fotografías tomadas en una época donde no había móviles con cámara digital o simplemente no había teléfonos móviles. Álbumes con un pequeño plástico fino entre sus hojas, que guardan nuestros mejores recuerdos de la infancia o de momentos únicos e irrepetibles.
Cuando cogemos algunas de esas fotografías, sentimos algo por dentro de nuestro cuerpo.
Sin ver, pero con intuición, enfocábamos lo mejor posible y no había opción de borrar o eliminar la foto, ni poner ningún tipo de filtro ni añadir gatos, sombreros, emojis…Realmente estas cosas son como quien quiere comer sano, y se zampa un helado y luego le añade smarties, toppings, chocolate balls, etc. Como se dice…»de perdidos al río».
A veces he encontrado en la calle a contactos de redes sociales y no los he reconocido
Caras de porcelana, tonos de piel mutantes, impurezas inexistentes, liposucciones instantáneas, morros casi en 3D…y cuando te encuentras con esa persona en la calle piensas…¡Pero si no eres #agyf1998! Más de uno ya tuvo malas experiencias en páginas para conocer a gente o buscar pareja. Mientras le otorguemos más valor al cuerpo que a la mente la sociedad no avanzará.
A las verdaderas fotografías no las ve ni visita nadie
Cuando entras en una sala a ver una exposición fotográfica de un autor te sobreviene un sentimiento casi inexplicable y muchas preguntas sin responder. ¿Qué debió sentir el fotógrafo cuando disparó en ese instante? ¿Cuánto tiempo estuvo allí para captar ese momento? ¿Cuántos años llevaba buscando esa fotografía?…
Tus palabras vertidas en la sala fruto de las emociones que sientes al ver detenidamente cada imagen se acompañan de un inútil eco, que no cumple su función al no reforzar ningún otro oído más que el tuyo propio.
Mientras, grandes profesionales de la fotografía mantienen en secreto el valor de un archivo raw frente al jpg o gif, el valor de lo que se hace con pasión, formación y cariño a lo que se hace con alcohol, hablando o distraído. El valor de fotografiar la sombra de un árbol al valor de sacar una foto a nuestros pies en la playa con el mar en el horizonte. La creatividad es también parte del proceso fotográfico, y cuando una foto se repite miles de veces deja de ser creativa.
Sin darnos cuenta que poco a poco, esas millones de fotografías están devaluando un arte, una profesión, una pasión que solo quien la disfruta y la vive reconoce su potencial para cambiar estados de ánimo de personas, para trabajar la sensibilidad artística y para potenciar una de las inteligencias múltiples que el prestigioso investigador Howard Gardner acuñó con el término inteligencia visual y espacial.
Es curioso ver la poca sensibilidad de algunas personas hacia el visionado de buenas fotografías. Cuando le preguntas qué le parecen te contestan «bien, están bien». Es como cuando preguntas en clase al alumnado, qué os parece el vídeo que os acabo de poner «bien, está bien». Estamos ante una incultura generalizada, y no solo incultural sino falta de sensbilidad hacia el arte. Lo mismo podríamos decir ante una bella escultura, una excelente pintura o una fachada de un edificio emblemático.
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El antes y el ahora
Antes sacabas una foto para guardar ese momento, para inmortalizarlo y ayudar a nuestra memoria a mantener viva esa imagen, esos olores, esos sentimientos que brotaban mientras escuchabas el disparo.
Ahora, sacas una foto para la galería, para todos los followers y demostrar así lo bien que lo pasas, lo feliz que eres, el exquisito plato de marisco que estás tomando o para mostrar al personaje famoso que está 5 mesas detrás de la tuya en un restaurante vip que visitas una vez en tu vida. El valor de tu foto no depende de ti, depende del número de likes que reciba, y si recibe muchos subirá tu autoestima y el valor superficial que quisiste darle a ese momento. Y detrás de ella vendrá otra con 5 likes más, suficientes para arrebatarle el primer puesto, entonces ya dejarás de fijarte en la antigua fotografía.
El valor de una fotografía no lo otorgas tú, son simples likes de tus seguidores quienes manejan su valor.
Antes veías tus fotos antiguas con cierta periodicidad, ahora las ves cuando el móvil te avisa de memoria llena. Entonces empiezas a eliminarlas poco a poco, para dejar paso a otras miles de fotos que sacarás pronto.
Educa la sensibilidad de los niños hacia la fotografía
Es también la sensibilidad hacia el arte educable, y las familias y la escuela cobran un especial protagonismo para que los niños aprendan a ver una fotografía, a entenderla y que en la etapa adolescente se establezca un binomio respetuoso entre ambos.
Recuerda mimar a este arte, no cojas la cámara como si fuese un cubata, no dispares si lo que tienes enfrente no es digno de fotografiar, observa detenidamente cada foto, piensa en ella de vez en cuando, poco a poco verás como con el paso del tiempo esa fotografía va cogiendo más valor, independientemente de sus likes, solo dependerá de tí.
Estas son dos de mis fotografías favoritas
Venía de realizar una ruta de senderismo de más de 20 kilómetros por el parque natural de los Ancares, estando sentado descansando un poco alcé la mirada y observé olas de montaña. En menos de un minuto ya estaba ajustando la cámara para captar ese momento y retenerlo para siempre. Cada vez que veo esta foto, puedo oler las amplias praderas, escuchar mi respiración y recordar cómo se estaba poniendo el sol.
Eran las 11 de la mañana del 25 de diciembre, paseando con mis padres por el centro histórico de Santiago de Compostela entramos a tomar una café a la cafetería Literarios en la plaza de la Quintana. Allí estaba la tristeza de la Navidad que muchos desconocen. Su actitud corporal, el vaso de plástico con unas pocas monedas y su mirada fueron suficientes para que discretamente sacase la cámara y captase ese momento, necesitaba dar a conocer al mundo que las navidades no son iguales para todos.
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