Practicar deporte en la infancia, niñez y adolescencia no solo tiene múltiples beneficios en la prevención de patologías asociadas al sedentarismo, sino que también puede favorecer el crecimiento óseo en los jóvenes. En este post te explico cómo y qué tipo de solicitaciones mecánicas del hueso se producen en la práctica deportiva.
Osificación y calcificación
Lo primero que quiero explicarte es la diferencia entre estos dos términos que en ocasiones los estudiantes confunden. El proceso de osificación es un proceso normal de crecimiento óseo a través del cual se forma el tejido óseo a partir de tejido cartilaginoso durante el desarrollo fetal y la infancia. Este proceso continúa durante la adolescencia y algunos huesos pueden seguir su crecimiento hasta más de 20 años.
Sin embargo, la calcificación se produce cuando se depositan sales minerales en tejido blando como el músculo o ligamentos, produciendo una mayor rigidez en él. Esto puede producirse si curamos mal una rotura de fibras o si no llevamos la rehabilitación adecuada.
¿Por qué el deporte es bueno para el crecimiento óseo?
Cuando practicamos deporte se producen una serie de solicitaciones mecánicas en el hueso que estimulan su crecimiento. Esta solicitaciones pueden ser por flexión, comprensión, tracción, cizallamiento o torsión, tal como se ve en la imagen destacada. Las áreas del hueso que soportan mayores solicitaciones presentan mayor densidad ósea. La intensidad y duración de la carga de entrenamiento deportivo puede ser relevante para estimular la osificación. Pero si estas cargas son muy elevadas en la infancia o niñez pueden inhibir el proceso normal de crecimiento. Es decir, la adaptación a las solicitaciones mecánicas es ideal para favorecer la osificación, pero si el hueso no logra adaptarse a las solicitaciones más exigentes o no se produce un descanso adecuado puede afectar al proceso de osificación.
La formación ósea es un ciclo constante donde diferentes células, osteocitos-osteoblastos y osteclastos permanecen en continuo estado de cambio favoreciendo el mantenimiento o remodelación de la masa ósea. Cuando somos pequeños predomina la actividad de osteocitos y osteoblastos frente a la de osteoclastos, invirtiéndose este proceso conforme avanzamos en edad. El ejercicio físico puede favorecer el retraso de la pérdida de la actividad de los osteocitos y osteoblastos. Cada año se renueva aproxidamente un 10% del tejido óseo, un proceso imprescindible para mantener las funciones normales del esqueleto.
Otros factores que pueden influir en el crecimiento óseo de una persona
Algunos autores señalan hasta 9 factores que pueden influir en la osificación. Así encontramos factores intrínsecos (Herencia genética, enfermedades y hormonas) o factores extrínsecos (ejercicio físico, nutrición, tendencia secular, ambiente geográfico y climático, aspectos étnicos u aspectos socio-económicos). En los dos primeros años de vida la nutrición y los factores genéticos cobran gran relevancia.
Conclusiones
Aunque el crecimiento óseo de un niño depende de múltiples factores, intrínsecos y extrínsecos. Los estudios científicos confirman que la actividad física o la participación en deportes debe comenzar en la primera infancia y mantenerse en edades prepuberales y durante el desarrollo puberal para obtener la masa ósea máxima alcanzable.
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